miércoles, 23 de mayo de 2012

Mediterráneos y dos novelas comparadas.

Ayer leí varios extractos de Mediterráneos, de Chirbes, y me dieron ganas de no viajar. No porque no haga atractivos los sitios, sino por reconocer una sensibilidad a años luz de la del autor. Donde uno puede encontrar la poesía con el "azulcielo y la suave arena", él mete un "Venecia es nuestra ciudad secreta e interior, donde cada uno hace su maqueta" o un "La ciudad se convierte en un gigantesco taller en el que se reparan junto al mar las piezas gastadas o rotas de la gigantesca maquinaria delcapitalismo europeo" parta describir Benidorm. Lo leí, no obstante, con sumo gozo. Sobre todo porque pensaba que era el libro más adecuado para Pablo, que, cada poco tiempo, dice:
-Yo no voy a hacer más que viajar por el Mediterráneo.
Es cierto que a veces lo cambia por:
- Sudamérica. De ahí no me van a sacar.
El caso es que Chirbes relee sus propios lugares. Todos los que ha visitado y revisitado. las diferentes estampas de un mar y de unos paisajes que le devuelven a sus campos de "Tavernes o Alzira". Y hace mucha ilusión leer sobre sitios conocidos, aunque sea solo por el trayecto ebrio hacia la discoteca de turno.

En esta recopilación de artículos de viajes, el autor de Crematorio iguala Valencia con la costa tunecina o El Cairo. Entre medias, un mar en el que la gente escribe "de izquierda a derecha y de derecha a izquierda según la orilla".

Después de esta lectura, en definitiva, las ciudades árabes se empiezan a imponer frente a otros destinos de vacaciones. Un poco más después de tratar de ponernos de acuerdo con Pablo y Patri:

Yo (desde un locutorio): Oye, decidnos dónde estaréis por septiembre, que vamos.
Pablo (desde Honduras): Es que yo me quedaría aquí trabajando, haciendo lo que sea, porque todo prospera. Claro, que no sé si quiero convertirme en el más rico de Santa Rosa de Copán...
Yo: Bueno, pues entonces vamos a Honduras.
Pablo: Ni de coña, canijo, el 1 de julio que acabemos el curro ya estamos en el Caribe.

Así que ahí estamos: leyendo libros que te dejan a la altura del betún, recopilando direcciones para una próxima huida y dejándonos la pasta en cabinas donde el concepto de intimidad es parecido al que entienden los concursantes de Sálvame como tal tratando de ver dónde demonios podremos pillar a Pablo y Patri, que buscan su futuro en el otro continente. Hasta nueva orden:

Pablo: Otra opción que tenemos es volar y hacer el Mediterráneo desde Tánger hasta Madrid por el otro lado.

En fin. Las otras dos novelas del título no son más que un recuerdo lejano que me viene a la mente por una cuestión peregrina: ¿Se estrenará dentro de poco la adaptación al cine de Una novelita Lumpen? ¿Será el Manolete de la cinematografía chilena?
La historia es que cada vez que pienso en el libro de Bolaño no puedo dejar de ligarlo al de La hermana de Katia, de Andrés Barba. Así que este "versus" ficticio se queda en eso: tablas. Los dos libros -con el paso del tiempo- son iguales. Aunque, en realidad, el recuerdo de esa narradora sin nombre del de Barba es imborrable. Ambas son de Anagrama (hoy parece que me ha pagado Herralde) así que hay que tener cuidado al elegirlas.

miércoles, 9 de mayo de 2012

Bendito Auster, señor Invierno.

"En aquel momento no eras más que un principiante, pero al menos estabas en marcha, por lo menos habías descubierto cuánto te quedaba aún por desear (...) Todos somos extraños para nosotros mismos, y si tenemos alguna sensación de quienes somos es solo porque vivimos dentro de la mirada de los demás" 
Diario de invierno, Paul Auster.

El escritor estadounidense Paul Auster se enfrenta a su invierno vital y creativo con un libro bonito, sencillo, de temática cercana y maquillando un biografía con la segunda persona, esa que alude o incita o impera.
Pero Paul Auster no se conforma con lo fácil, aunque lo que toque parezca sencillo. Da la impresión de que escribe como mastica o como pasea. Igual que al lector le da la impresión de que está leyendo el libro igual que ve una serie. Cierra el libro de  la misma manera que apaga el televisor. Porque precisamente esa es la idea: esta biografía no tiene capítulos, ni orden cronológico ni vacíos. Va a brincos, desde lo más resolutivo hasta lo trascendental. Y solo separan las historias espacios más amplios que cambian el tema.
Hace poco, Pedro Ugarte, un escritor vasco que acaba de ganar el premio Logroño de novela con El país del dinero, comentaba que le llama mucho la atención las biografías de escritores en las que no aparece su medio de vida -cuánto gana, cómo es su residencia- y destacaba el A salto de mata de Paul Auster que (según he hojeado alguna vez) habla de las penurias económicas por las que atraviesa el autor hasta que su nombre es ya un best seller mundial.
En este caso, el norteamericano hace lo mismo. Se enfanga en algún tramo (como el de las casa por las que ha pasado) y sintetiza demasiado en otros (como la locura de su madre). Pero lo importante, lo inevitable, es que es imposible desvelar el secreto del libro, porque -a fin de cuentas- en lo que consiste es en contar historia de forma atractiva. Y Paul Auster lo hace.
Me gusta, me atrapa y me recuerda a otros títulos suyos, sobre todo a La invención de la soledad. Pero, como me pasó con este, tengo miedo de que dentro de unos meses apenas me acuerde de lo que dice.

PD: Por cierto, el título es una copia del de Boyero de Babelia, que me pareció redondo. Como su articulo, claro.

jueves, 3 de mayo de 2012

Uncle Boonmee recuerda... vs. De Dioses y Hombres

El nombre impronunciable de un tailandés ya te hace sospechar. No sin razón, el único oriental clásico canonizado es un tal Kurosawa o, si nos ponemos quisquillosos y algo sibaritas, aquel Mizoguchi que me hacía preguntarle mi hermano con apuntes en rojo. Ambos bastante adecuados a la prosodia occidental. ultimamente, sin embargo, se nos están subiendo a la chepa sustantivos con muchas vocales y tildes extrañas que resumen una nueva cinematografía imposible de descifrar.
En 2010, Cannes premiaba a la película Uncle Bomme recuerda sus vidas pasadas y se quedaba tan ancho. La poesía visual y el arte simbólico plagaban las plegarias a este producto de altísima calidad.
El otro día la pusimos en casa. Anoche, recurrimos a otra, tambien adorada, llamada De Dioses y hombres.
Las dos provienen de filmografías exóticas. Las dos tienen lenguajes con abecedarios extraños (marroquí y árabe), pero se distinguen en muchas cosas.
En la segunda hay acción. Algo que hace tiempo que los directores han desdeñado. La primera tiene diálogos y silencios. Una prueba empírica de ir pasando las escenas con el mando a distancia te devuelve una estampa preocupante: en cada corte solo se oye el zumbido de mosquitos. Mucho paisaje frondoso, mucho lago en remanso y mucha contemplación de color naranja.

En la primera se habla sobre la soja del arroz y el té sin azúcar. En la segunda se habla de resistencia, culpa y riesgo.
Si grabar o contar una historia o hacer magia o elaborar ficciones es retratar la vida misma, adecuada a cada universo local, la primera cumple sus expectativas. Si es abrir una línea de debate, sensibilizar sobre una situación concreta o explorar nuevos terrenos imaginativos, la opción es la segunda.
No voy a insistir en la discapacidad sensitiva hacia lugares lejanos. Tampoco a apoyar la velocidad de la vida occidental en la que cualquier pausa es sinónimo de aburrimiento.
Lo dejo ahí: dos opciones a gusto de cada uno.