jueves, 21 de junio de 2012

¿Pirámides o Marqués de Vadillo?

"¿Pirámides o Marqués de Vadillo?", me preguntó Celia con voz suave, tierna. Al minuto, la interrogación fue una amenaza que me hizo pegar un brinco del asiento y mascullar "da igual", si tenemos que dejar el coche donde sea y caminar".

Ese era nuestro corolario a un fin de semana con boda, piscina y el broche del rastro. Un rastro que quitaba sus tiendas y comenzaba a filtrar a los disidentes de los puestos en los bares de alrededor. Nosotros, que llevábamos una cuesta arriba desde el río hasta Puerta de Toledo, preguntamos a Toni si quería tirar por Ribera de Curtidores y dijo, mirando una franquicia de Embajadores, "hombre, aquí tiene cerveza, ¿queréis algo más?"

Así que nos quedamos. Parapetados bajo una sombrilla y "ennoblecidos", según Toni, por no hacernos fotos brindando ni poniendo caras para colgar en el Facebook: "Estamos platicando y no nos hace falta nada más", insistió en su retórica existencialista que le pegó el barril del lugar.
A lo que pudimos convencerle fue a dar una vuelta por el enclave mítico de un guiri:

"Llévanos a Sol", suplicamos. Toni, que aceptó ponerse "un poco tontito" cada vez que se pasaba por Madrid y dejaba atrás su vida en el Raval, miraba hacia otro lado cuando, con acento de Gabino Diego, preguntamos por el kilómetro cero y nos hicimos esta instantánea:

Luego, Tizziana y Zoe se animaron y le pidieron a un ciego de la ONCE que las sacara con el oso y el madroño, pero la paciencia de Toni no daba a más y nos llevó a la plaza de la Cebada.

Allí nos íbamos despidiendo entre baldosas lamidas de sudor y nos acordamos de las tres horitas que nos quedaban para volver. Paramos en un mesón de la salida de Vallecas y nos cambiamos como si fuéramos portugueses. Celia echó para atrás el asiento y se colocó como David hace unas semanas:

 Le faltaban los chuchos, que aparecieron cuando, a las dos horas, empecé a arrullarme hacia su lado para que cogiera el volante. En la entrada a Valencia, esta vez, iba dando tumbos entre cuatro carriles mientras musitaba: "¿Avenida del Cid o Tres Forques?".

Ella, sin acelerarse, miró por la ventana y saludó a su primo, que se había puesto a nivel y nos hacía luces como un macarra de Gandía. Cuando tomé lña decisión acertada, cogió el móvil y escribió:

"Ye, primo, ¿has visto lo mal que conduce Alberto?"