sábado, 5 de septiembre de 2009

Leones marinos en Monterrey, California.


Llegamos justo en los momentos previos a que se hiciera de noche. Al principio, despu'es de dos d'ias encarcelados en un coche de alquiler, imaginamos que se trataba de una ilusi'on: desde los asientos delanteros, en pleno aparcamiento del puerto, vimos como un le'on marino descansaba en la orilla hasta que dos chavales - al m'as puro estilo madrileNo empujando los patos del estanque de El Retiro- lanzaban piedras para que se metiera perezosamente en el agua.
Cuando decidimos salir de la prisi'on del autom'ovil nos dimos cuenta de que el tiempo de California no es el de los anuncios de loci'on solar sino del de Seguros Santa Luc'ia y sus osos polares. As'i que, con toda la ropa que cargamos en la mochila solapada una encima de la otra, dimos un paseo hasta el final del muelle y descubrimos una colonia entera de leones marinos dormitando, apare'andose o cambiando de rocas con movimientos patosos y saltos ag'onicos.
Uno de ellos- el vig'ia- custodiaba la valla que nos separaba de las cr'ias, y tras cuarenta fotos de sus dientes amarillentos que nos amenazaban al m'inimo paso, conseguimos algunas instant'aneas satisfactorias.
Este documento, digno de estudio antropol'ogico, permite comprobar la diferencia entre este grupo de morsas y la secretar'ia de cualquier facultad espaNola: unas son gordas, huelen a pescado y tienen bigote, y a las otras las tenemos que venir a ver a California...

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