viernes, 18 de septiembre de 2009

Atardece, que no es poco.


Otra tarde m'as en la isla de Koh Phang An. Eso indica que se nos escapa otra jornada, pero tambi'en que las dem'as horas del d'ia las hemos rentabilizado. Porque a pesar de que todas las fotos que aparezcan sean del crep'usculo, de esos momentos en que el cielo parece invocado por esp'iritus del inframundo y ofrece una paleta de colores que embellece no s'olo a personajes an'onimos sino tambi'en a paisajes ordinarios, el resto de movimientos solares los pasamos en el camino: si es cierto que las 'ultimas jornadas nuestra actividad se ha reducido a baNos calmados y b'usqueda de sombras que den una tregua a nuestra piel malograda (pero en condiciones, no obstante, mucho m'as favorables que las de los vecinos europeos provenientes del centro y norte del continente) retomamos la caminata con mochilas a la espalda y la llamada de puerta en puerta- cual testigos hambrientos de Jehov'a- en cochiqueras con nombres tropicales y duchas sobre tazas de WC para proseguir nuestras aventuras por este pa'is explotado por millones de turistas deseosos de para'isos naturales y fiestas rave, licor barato y chicas presuntuosas.
Aparte, c'omo no, de 'avidos depredadores de fotos estilo "portada Lonely Planet" con niNos sonrientes y uniformados de colores arm'onicos y ex'oticos para animar esta racha de paisajes dignos de agencias de viajes situadas en barrios perif'ericos.

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