lunes, 21 de septiembre de 2009

La concha de tu madre.


Con la caravana hemos viajado por casi toda Europa. Aunque en algunos de estos viajes era tan pequena que no recuerdo lo que vimos, s'i que conservo infinidad de momentos compartidos.
Recuerdo las llegadas a las playas... El jaleo para encontrar aparcamiento... (Aunque mi padre suele tener mucha suerte...). Pero, sobre todo, el ajetreo que empezaba despu'es... Es decir: organizarse para salir. Todo un ir y venir de toallas, banadores, chanclas y pipis de 'ultima hora entre nervios generados por las ganas de bajar y sacudirse de un golpe las horas de interminables rotondas y calor.
Y, finalmente, desembarcar en la playa.
Me viene muchas veces a la cabeza una playa... S'olo la imagen, no s'e el nombre del sitio...
La playa era de cantos pequenos y mi madre y yo est'abamos sentadas en las toallas buscando conchas, caracolas y piedrecitas pequenas que se escond'ian a nuestro alrededor... Ella siempre daba con las m'as bonitas. Aut'enticas obras de arte en miniatura, y yo la miraba embobada mientras intentaba encontrar alguna tan bonita como las suyas sin resultados...
Las mias siempre acababan siendo m'as grandes, m'as toscas, descoloridas, medio rotas,...
La foto demuestra que sigo tropezando con caracolas bien grandes...
As'i que mam'a: tendr'as que seguir mostr'andome las pequenas y bonitas.

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