miércoles, 24 de marzo de 2010

Ofertones en Carrefour.



En primer plano una pareja se gira. Algo llama su atención.
En el margen izquierdo, como quien no quiere la cosa, un caballero se hace el distraido. Se nota que se esfuerza por no mirar.
Cada noche lo mismo.
El Carrefour de nuestra calle saca hacia las diez los productos que están a punto de caducar.
Cada noche se congregan alrededor del contenedor un grupo nutrido de personas.
Buscan su comida lejos de los estantes pulcros y se enzarzan en una pelea con los punkis del barrio en ver quién saca más rápido aquello que los demás no han querido. Aquello que los clientes que sí se pueden permitir comprar han desechado.
Cada noche veo a la misma familia de ecuatorianos: padre, madre e hijos (hasta a veces la abuela) llegar presurosos con el carro de la compra.
Llegan preparados para cargar, pero se quedan en la puerta. Esperando.
Una chica con uniforme saca a rastras el mismo contenedor gris y naranja. Noche tras noche, la misma historia. Y ya llevamos tres meses en Madrid.

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