Los años pasan para todo. Inescrutables, que se dice. Incluso para el inicio de un blog que tenía el objetivo de relatar, más con fotos que con palabras, un viaje y que se ha convertido en un refugio. Refugio de avatares cotidianos. De estar, irremediablemente, horas y horas enfrente de un ordenador. Pero, sobre todo, un espejo de lo que se nos pasa por la cabeza de cuando en cuando: noticias, trozos de lecturas, preguntas al aire. Y geografías. Lugares que han transcurrido tranversales a nuestros entrecortados escritos. New York, Austin, el Deefe, Bangkok... y, al final, Valencia y Madrid. Pero entre medias quedan los trayectos. El relleno. Lo que profundiza el conocimiento de estos espacios. Senderos de aburrimiento, de películas de serie B, de videoclips musicales o de oscuridad.
Hace unos días cumplimos un año desde que, con la cuenta atrás en una pantallita, empezamos a descargar archivos en una biblioteca pública de la Quinta Avenida. Después, la cosa se fue disciplinando y dedicábamos parte de nuestro presupuesto al apaño informático.
Y esta odisea escrita y visual es testigo, a día de hoy, quién lo iba a decir, de una boda por parte del primo más cercano y de la victoria de la selección. Por lo que festejamos varias cosas de una vez, con la misma intensidad que lo haríamos de una en una, y con lo más importante: el agradecimiento hacia el objetivo de este invento: vosotros.
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