lunes, 30 de agosto de 2010

Corazón de Éfeso.

Éfeso es un lugar imponente, uno de los escenarios mejor conservados de lo que fue la antiguedad del mundo clásico. (...) Dicen las guías turísticas que hubo un río por allí cerca, en los siglos anteriores a la era cristiana, el Caistro, quizá el río de Heráclito; pero quedó anegado al llenarse de aluviones tras un terremoto. La vieja ciudad se tiende bajo las faldas del monte Koressos y cuenta con soberbios restos. Paseando por Éfeso, uno es capaz, por fin, de entender cómo fue el trazado urbano de una antigua urbe, cómo eran sus calles, cómo sus templos, su biblioteca, su teatro y su ágora. Emocionan la hermosura del templo de Adriano, la biblioteca del Celso, la puerta de Heracles donde termina la vía de los Curetos, las termas públicas y las lujosas viviendas de los notables. Fue la ciudad más importante del Imperio Romano en los territorios de Asia, durante los años del reinado del emperador Augusto. (...) La diosa protectora de la urbe, en tiempos griegos y romanos, era Artemisa. 
La leyenda dice también que, en Éfeso, pasó sus últimos días la virgen María y que, en su iglesia, unos de los primeros templos cristianos que se levantaron en Asia, San Juan escribió su evangelio.
La ciudad fue abandonada por sus habitantes en el siglo XIV, cuando los aluviones que anegaron el rio Caistro cegaron el cercano puerto marítimo. Y Éfeso quedó en las manos de los arqueólogos y a los pies de los miles de extranjeros que la visitan cada año.
Caminaba por la vía de los Curetos abriéndome paso, casi a codazos, entre la avalancha de visitantes. Brillaba el sol sobre los mármoles de antaño. Olía a pinares y cantaban las cigarras. El río de Heráclito no es ahora más que una riada imponente de turistas.

Javier Reverte,
"Corazón de Ulises".

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