
Otra tarde m'as en la isla de Koh Phang An. Eso indica que se nos escapa otra jornada, pero tambi'en que las dem'as horas del d'ia las hemos rentabilizado. Porque a pesar de que todas las fotos que aparezcan sean del crep'usculo, de esos momentos en que el cielo parece invocado por esp'iritus del inframundo y ofrece una paleta de colores que embellece no s'olo a personajes an'onimos sino tambi'en a paisajes ordinarios, el resto de movimientos solares los pasamos en el camino: si es cierto que las 'ultimas jornadas nuestra actividad se ha reducido a baNos calmados y b'usqueda de sombras que den una tregua a nuestra piel malograda (pero en condiciones, no obstante, mucho m'as favorables que las de los vecinos europeos provenientes del centro y norte del continente) retomamos la caminata con mochilas a la espalda y la llamada de puerta en puerta- cual testigos hambrientos de Jehov'a- en cochiqueras con nombres tropicales y duchas sobre tazas de WC para proseguir nuestras aventuras por este pa'is explotado por millones de turistas deseosos de para'isos naturales y fiestas rave, licor barato y chicas presuntuosas.
Aparte, c'omo no, de 'avidos depredadores de fotos estilo "portada Lonely Planet" con niNos sonrientes y uniformados de colores arm'onicos y ex'oticos para animar esta racha de paisajes dignos de agencias de viajes situadas en barrios perif'ericos.
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