viernes, 30 de julio de 2010

Abra La Grava

Nueva andanada por la actualidad nacional en un blog que mezclará todo lo que quepa en un diario, pero sin publicidad ni cómplices. Con un ojo crítico casi bizco de escrutar la letra pequeña, y no sólo de los anuncios de contactos.
Un enlace más en Cangrejeros caído en pleno fin de semana de atascos automovilísticos y mentales.
Disfrutadlo en cuanto podáis. Se os perdona la asistencia, de todas formas, hasta septiembre.
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jueves, 29 de julio de 2010

Agotados de esperar el fin.

El trayecto que nos llevaba desde Santa Cruz hasta Cochabamba pasó de doce horas a tres semanas: entre medias, de improviso, se coló la zona sureste de Bolivia y la provincia fronteriza de Brasil. Pero los días que estuvimos en Santa Cruz, una ciudad llana y repetitiva, no teníamos muchos más pasatiempos que dar alguna vuelta, comer flanes y gelatinas o mirar cómo jugaban en la Plaza de Armas al ajedrez. En algún hueco, salíamos a correr. Si lo hacíamos los dos juntos sólo nos acompañaban las bocinas de los taxis, que se empeñaban en hacerte un servicio incluso viendo que estabas trotando como ejercicio, y el ruido de la ciudad. Si lo hacíamos por separado, teníamos la oportunidad de ir escuchando música. Yo recuerdo con especial fijación esas carreras por una zona algo periférica, análoga a un barrio industrial norteamericano, que acababan en una cancha de fútbol cercana a la pensión, gracias a canciones de Los Ilegales. Antes, en Lucero, Pablo se metía a duchar con la consigna de que me quedara escuchando su canción de amor favorita: La chica del club de golf. Después, en Quito, durante nuestros holgazanes días en el barrio de Guápulo, pasamos noches y más noches en un bar con futbolín gratis donde, cuando se acababa el disco de Bersuit, ponían del tirón veinte canciones de Los Ilegales. A los ecuatorianos les encantaban, como a los colombianos La Polla Records (aunque esto lo averiguamos más tarde).
Ahora, Ilegales se separa y sólo les espera una gira sudamericana: buen momento para regresar o para anclarse en el recuerdo, pero- sobre todo- para recomendarlo sin marco temporal.

miércoles, 28 de julio de 2010

Pareja de ases.

Esta foto muestra a dos señores de cierta edad delante de una estantería repleta de libros. Por las grafías de la bolsa se adivina que son judíos. Seguramente establecidos en Estados Unidos, integrados pero manteniendo sus rasgos distintivos. Si fueran de mi familia, estarían discutiendo en lugar de leer. Si se tratase de mis abuelos, necesitarían un libro más grande o unas gafas más gruesas para interpretar las letras. En lo único que coincidirían sería en el estoicismo del sujeto masculino. Esa mirada frontal de extrañeza y bienestar al mismo tiempo. 
Mi abuela pedía que le leyéramos en el hospital mientras intentaba enhebrar una aguja con movimientos de esgrima. De pequeños nos mandaba a comprar una barra de pan y la revista Pronto en el quiosco de enfrente, que luego resultó ser donde Zapatero compraba el periódico. Su poeta predilecto era Gabriel y Galán, y sus gustos literarios se encaminaban hacia lo rosa, en una vida repleta de grises. Los fancines de Corín Tellado le hacían feliz, junto a otros tantos millones de lectores. Quizás, en consonancia con la biografía de la autora, le gustaba imaginar adulterios perversos en una vida de más de cuarenta años de luto. Su espacio se reducía a una trayectoría oblícua entre la cocina y el sillón frente a la tele. Su caligrafía era parecida a la de un alumno que ensaya sobre líneas punteadas. Letras adornadas si eran mayúsculas y redondeadas si estaban en minúscula. Todavía pertenecía al mundo de las cartas y de los apuntes frente a las recetas de Arguiñano, utilizando-en último término- a alguno de sus nietos como escriba cuando ya la agilidad no le permitía acompasarse al ritmo televisivo. Si supiera que ahora todo se consigue con un tecleo de ratón... Casi todos sus libros cabían en el relicario, junto a las pulseras de vírgenes o la siniestra figura de Cristo rellena de agua bendita. 
A nosotros se nos reproducen los libros en la mesa o en el suelo. Parece que se aparean en cuanto nos damos la vuelta. Millones de páginas que, sabemos, jamás tendremos oportunidad material de leer. Mi abuela se fue sin ningún tipo de bilioteca y, por el contrario, nos dejó los mejores análisis sociales, como cuando sentenciaba "os pasáis el día gastando". Qué razón tenía. 

martes, 27 de julio de 2010

Félix Lorrio y los Palomos.


La vida de Jorge (http://www.jgpalomo.blogspot.com/) y Alberto está plagada de referencias comunes, algo corriente entre hermanos pero que, en su caso, va un paso más allá.
La carrera de periodismo de Jorge y la adoración del hermano pequeño por el mayor (siempre dispuesto a reirse y organizar francachelas) les ha llevado a una complicidad inaudita y admirable.
Me cuenta Alberto que cuando era pequeño veía a su hermano leer la colección Barco de Vapor y se imaginaba que algún día leería lo mismo que él e igual de deprisa...
Ahora Alberto ha terminado Teoría de la Literatura (una carrera que nadie conoce) y mientras engulle otro perolo de arroz me observa por encima de sus gafotas para ver mi cara de poker cuando me habla de "La Magdalena". "La Magdalena" de Marcel Proust.
Podría pensarse que son pedantes, en absoluto. Lo que son es pesados...
Hacía poco que salíamos cuando Alberto me habló por primera vez de Félix Lorrio.
En la jerga del Palomo mayor es un "fotógrafo excepcional (...) con instantáneas internacionales como la de aquel mes de mayo de 1976 en Malasaña en que una pareja de jóvenes "desnudos y eufóricos" (Moncho Alpuente díxit) se encaraman sobre las cabezas de Daoíz y Velarde en la plaza del Dos de Mayo de Madrid".
La semana pasada conocí al susodicho fotógrafo y tengo que decir que fue como encontrarse con alguien conocido. De la familia. Decir que me habían hablado mucho de él es quedarse corto porque no sólo forma parte de "la movida madrileña de los ochenta" (tema básico en el repertorio Palomo) sino que encima es amigo íntimo de la pareja yeclano-mateña, siendo incluso uno de los artífices del destino de luna de miel de éstos.
Subo dos fotos: la famosa del Dos de Mayo y una de Félix Lorrio que me apuesto algo a que es de Egipto.
Conste que escribo por "insistencia" de mi "alter ego". A pesar de todo, os quiero mucho Palomos mios.

lunes, 26 de julio de 2010

El postporno era esto.

Este manual con esquema de diario-blog pretende explicar un concepto confuso: el postporno. Lejos de definirlo, es decir, acotarlo, expone su trayectoria mezclada con la intimidad de la escritora. La provocación viene dada en forma dogmática y el punk se queda en una serie de líneas. Pero tiene la virtud de lo real. De lo espontáneo. La teoría elaborada a través de la práctica y no al revés. El "hazlo tú mismo" junto con la diversidad de orientaciones sexuales llevado a una industria manejada por hombres. La subversión en lo que presume de oculto y es, sin embargo, un mercado millonario. Y la reivindicación de una sexualidad sentida y abierta, sin clichés ni géneros encorsetados. Un texto que se lee con rapidez. Que algunas veces resulta repetitivo y otras brillante, muy bien escrito y, sobre todo, fresco.

Piscinas Municipales IV: La Malvarrosa.


Que una playa no luzca bandera azul a principios de junio es algo aleatorio que depende de muchos factores: limpieza de sus aguas, cantidad de basura concentrada, temperatura y posibles plagas... Que pertenezca a la categoría de "piscina municipal" es una fase más difícil de remontar. La Malvarrosa, allende edulcorada por su aroma a tranvía y a excursión veraniega vestidos de domingo, y su contigua Patacona, idealizada por las mañana de mayo en que se presenta vacía, con perros corriendo hacia el horizonte, adornada con alguna que otra caseta que te puede hacer pensar incluso en Neruda y su cartero personal repartiéndole cartas que vengan desde Estocolmo, muestran su cara B en la etapa fuerte del verano: julio y agosto. Que los valencianos no pisen su playa y recorran decenas de kilómetros como una excursión dominical es, a ojos de un madrileño, una experiencia no explicable racionalmente, una contradicción en sí misma que nos devuelve al eterno dilema del incorformismo natural del ser humano. Que lo haga, tras pasar un fin de semana allí, se convierte en una temeridad. Una revelación: orillas atestadas, normalización del top-less en la tercera edad, silicona desenfrenada o anabolizantes a granel, botellones extendidos desde la madrugada o, directamente, salones comedores instalados en su paseo marítimo. Quizás la playa no consiga venderse como un destino paradisiaco, pero no tiene desperdicio. ¿Pulseritas de colores y barra libre? Horteras. ¿Urbanizaciones y campos de golf? Snobs. ¿Piscinas en el centro de la ciudad? Miserables.
No hay mayor logro que elevar una playa a la categoría de piscina municipal, lucirlo con orgullo y seguir engrosando una saga que, hasta la estación de gorros y taquillas entre el vapor del recinto climatizado, se acrecenta cada fin de semana.

viernes, 23 de julio de 2010

A la contra (Yllana contra jgpalomo)

Cangrejeros en candela y el grupo teatral Yllana se revelan, por primera vez en la historia de los blogs y como algo puntual y raramente repetible, contra un post publicado hace pocos días en el señalado "jgpalomo". Cualquier semejanza entre su autor y un servidor no es más que pura casualidad, y su petición de estos chicos como cotizantes de bolsa o del espectáculo como doctrina del shock es otro disparate más de un tipo bajito que se ríe hasta de un perro atropellado y sin esfínteres. A nosotros la obra nos pareció graciosa, muy bien hecha y ágil, pero su brindis por la carcajada junto con la salud y la reflexión es una ofensa.
Podéis leerlo (y aprovechar para echar un vistazo a las demás mamarrachadas) en www.jgpalomo.blogspot.com, que está ahí al lado.

miércoles, 21 de julio de 2010

Mirarse el ombligo.


La misma tarde en que la selección jugaba el partido que aupó a España a lo más alto del podio, morían en Uganda setenta y seis personas en un atentado del grupo islamista armado Al Shabaab ligado a la red Al Qaeda.
En Asia detenían a 5000 implicados en una red de apuestas ilegales.
En las islas Cook, la isla de Pascua, el sur de Chile y Argentina vivieron por unos minutos un eclipse total de sol...
Hablamos de Globalización en un mundo en que podemos saber qué pasa en el otro extremo con sólo un "click" del ratón, pero, ¿de qué nos sirve si llegamos a acumular tanto que al final es como no tener acceso a nada? ¿El exceso de información provoca desinterés? Si tienes todos los días distintos periódicos que consultar, televisión, internet, radio... ¿No llega un momento en que lo único que queremos es llegarnos a aislar? ¿Cómo saber diferenciar en el maremagnum de noticias cuáles son relevantes y cuáles no? Muchas veces la propia desidia nos lleva a leer la prensa como quien hojea un magacín. Te detienes en la boda de Pe con Bardem, en las fotos de la selección, la huelga de metro... Sólo nos interesa aquello que tenemos más cerca y, al mismo tiempo, sólo nos conmueve lo que nos roza.
Me encanta la moda occidental tan original de usar la conciencia. Nos la ponemos y quitamos como un sombrero pero, sobre todo, lo que mejor hacemos es mirarnos el ombligo. Me enteré del atentado de Kampala por un mail de Rose, la directora del WORI, la asociación en que estuvimos en Uganda. Ni siquiera había visto la noticia.

María y yo.

Que me gusten las películas de discapacitados no implica que cualquier ficción que contenga alguna de sus variantes entre sus personajes me llegue a causar un nudo en el estómago acompañado de la dicha de ser espectador de un pedazo de vida. El óscar suele bendecir al que se pone en la piel de una de estas personas con necesidades especiales. En el caso de Pablo Pinedo y la magistral "Yo, también", la suerte no recaló en su verdadero merecedor.
Dudo que este documental animado dure mucho en las salas. En época estival hay poca cabida para la calidad. Pero si cualquiera quiere aprender un poquito más de lo acumulado durante el día, emocionarse o reirse sin maniqueismos, no se la puede perder. Natural, irreverente, inocente, maduro y conmovedor.

lunes, 19 de julio de 2010

Sueños motorizados.

Coches, coches y coches. Por todos los lados: abro la nevera y tengo que buscar dónde he aparcado el brick de leche; tiro del cajón de los cubiertos y tengo que empujar la doble fila de tenedores para alcanzar la cuchara; el temor a encontrarme con un papel con código cifrado y un importe a pagar me asalta cuando reconozco al paquete de cereales situado en la zona verde del cola-cao. Por fin, me siento, enchufo la radio y me fundo con la humanidad en el parte matinal sobre el tráfico de la ciudad. Millones de personas atrapadas frente al volante, con la mano en el claxon, predispuestos a amonestar al primero que le complique su avatar cotidiano. No hay espacio, me asalta de repente.
La plaga de la langosta no devoró tantos recursos como lo hacen estos aparatos motorizados que carcomen playas, bosques y aparcamientos de supermercados. No hay espacio, me repito. No cabemos todos. Cada individuo en un cuatro ruedas. Cada porción de paella en un plato. No hay espacio.
Y, sin embargo, seguimos empeñados. Repetimos una y mil veces el mismo error y nos quejamos del de al lado. La crisis reduce el transporte público y aumenta el privado. Bajamos el sueldo a los del Metro y se lo subimos a la gasolina para que salgan las cuentas. A eso le sumamos los peajes de las carreteras "estatales" y, tachán, ecuación perfecta: hacer el agosto (que ahora, al parecer, es también en junio, julio y septiembre). Ni serpientes, ni gatos, ni angelitos: nuestro espacio nocturno también se verá invadido por coches. ¡Corre, que están en rebajas!

martes, 13 de julio de 2010

Piscinas Municipales (III): El retorno.

Volvemos a las piscinas como "Cleopatra" a los televisores por Semana Santa.

Después de una tregua de un par de semanas, retorno en compañía del "forofo de las aguas", (al Canijo le encanta el agua en todas sus manifestaciones ya sea lago, piscina, sauna, riachuelo o charco fangoso,... ) a la rutina de las piscinas.
Curiosamente, las piscinas son como el aceite de los puestos de churros falleros. A principios de semana te puedes arriesgar a tomarte un buñuelo, eso mismo a finales de semana te garantiza un refrito del 100 %. (Ni intentarlo con una porra grasienta para evitar la resaca, eso garantiza algo que no voy a escribir...) Lo que trato de decir es que el agua de la piscina ya NO está como a principios de Junio, es decir, transparente y con olor a cloro. Ahora, cierto que huele algo a cloro (ese olor tan agradable), pero ya no es transparente sino blancuzca con cositas flotantes.
El resultado es que te sientes como Cleopatra dándote un baño de leche de esos famosos (pero con menos glamour) y lo único que en lugar de a esencias huele... Distinto... Y los tropezones no son burbujas de jabón, sino pelos largos negros...
De cualquier modo, no importa. Estamos decididos a seguir remojándonos porque es la única manera de sobrellevar los calores estivales madrileños y porque la piscina no tiene bilharzia, ni cocodrilos,... De momento.

lunes, 12 de julio de 2010

Quiero ser Sara Carbonero.

Ayer mientras los españoles llamábamos por teléfono a padres y hermanos, sopesábamos qué medio de transporte emplear para volver a casa, imaginábamos la resaca del día siguiente (en caso de querer salir a pesar del trabajo) y demás actividades prosaicas, el mejor portero del mundial se lanzaba a darle un beso a su chica.


No todos los besos cuentan con ese aplauso colectivo.
Hay besos prohibidos, ocultos, tergiversados, vengativos,...
¿Quién no deseaba ese beso entre Humphrey Bogart e Ingrid Bergman? Todos sabíamos que ella estaba casada... ¿No? Y va él y renuncia en favor de la resistencia contra el Nazismo... ¿Qué razón más noble que esa se nos puede ocurrir? Y, sin embargo, ¡menudo "pardo"!
El amor no siempre nos lleva en la dirección adecuada, pero ¿cómo dejar de escuchar la llamada de la selva? Hay veces en que vas y hasta aciertas... La cabeza para estos asuntos no es buena consejera y menos si nos lleva sólo por los caminos de las malas lenguas y del qué dirán...
Que digan. Que mascullen. Que malinterpreten. Que tergiversen.
Después de todo hay quien se dedica a observar a los demás mientras viven.
Ha llegado la hora de tirarse a la piscina y en esto, como en todo, tonto el último.

Aniversario.

Los años pasan para todo. Inescrutables, que se dice. Incluso para el inicio de un blog que tenía el objetivo de relatar, más con fotos que con palabras, un viaje y que se ha convertido en un refugio. Refugio de avatares cotidianos. De estar, irremediablemente, horas y horas enfrente de un ordenador. Pero, sobre todo, un espejo de lo que se nos pasa por la cabeza de cuando en cuando: noticias, trozos de lecturas, preguntas al aire. Y geografías. Lugares que han transcurrido tranversales a nuestros entrecortados escritos. New York, Austin, el Deefe, Bangkok... y, al final, Valencia y Madrid. Pero entre medias quedan los trayectos. El relleno. Lo que profundiza el conocimiento de estos espacios. Senderos de aburrimiento, de películas de serie B, de videoclips musicales o de oscuridad.
Hace unos días cumplimos un año desde que, con la cuenta atrás en una pantallita, empezamos a descargar archivos en una biblioteca pública de la Quinta Avenida. Después, la cosa se fue disciplinando y dedicábamos parte de nuestro presupuesto al apaño informático. 
Y esta odisea escrita y visual es testigo, a día de hoy, quién lo iba a decir, de una boda por parte del primo más cercano y de la victoria de la selección. Por lo que festejamos varias cosas de una vez, con la misma intensidad que lo haríamos de una en una, y con lo más importante: el agradecimiento hacia el objetivo de este invento: vosotros.

jueves, 8 de julio de 2010

Mi madre no ve el fútbol porque dice que se pone nerviosa. Viniendo de mi madre, no es de extrañar: lo raro es que mi padre coincida con ella. No sólo porque coincidan en pocas cosas, sino porque algo le ponga nervioso, aparte de que se aproxime la hora de comer y nadie haya comprado el pan. Pero eso ocurre pocas veces, pues se dedica él exclusivamente a primera hora de su mañana (las once, aproximadamente) a comprarlo y dar un paseo por el bulevar mateño. Antes, también aprovechaba para comprar el periódico, hasta que empezó a dejarnos un post-it al lado del tostador con el precio del pan más el del periódico y las respectivas monedas (pesetas, por aquel entonces) y fuimos nosotros los que delegamos sus funciones. Hasta tal punto que ahora compra media barra sin sal y lee los diarios en la biblioteca.
Pero bueno, esa es otra historia. Lo principal después de una semifinal victoriosa es la resaca de la tensión, los nervios y la unión que provoca el fútbol. La imperecedera y verdadera pasión por este deporte a lo largo de su historia tiene que esconder algún secreto. Que un país se movilice por algo es un logro casi inalcanzable. Como que no lo haga cuando su selección nacional inhabilita a un bastión de la fortaleza traicionera y alcance el último escalón de la gloria futbolística. Total, nos conformamos con estas pequeñas alegrías para olvidarnos de cosas menos importantes.

lunes, 5 de julio de 2010

Recuerdos de Rufus.


Empieza el mes de julio y Rufus se retuerce en su trastero levantino. Esta instantánea es de hace un año aproximadamente. Desde entonces, el pobre sólo ha podido abrir los ojos un par de veces y tratar de morder algún ñu de los que pasean por la orilla. Su única esperanza: tener gente que se acerque los fines de semana y lo oxigene con sus labios. Así que, ya sabéis: reservaos fines de semana para Tavernes de la Valldigna y le haréis feliz, ahora que todos los anuncios son sobre perros abandonados en carreteras secundarias. ¿O acaso él no se lo merece?

El factor humano.

A la hora de abordar la biografía de cualquier persona se suele empezar por el principio. Es decir, lo que parece más lógico y secuencial. Mirar el progreso, las causas y sus consecuencia. Los estadios que transcurren de lo simple a lo complejo. Pero el caos vital no funciona por escalones sino a saltos de mata: un acontecimiento te hace retroceder varias casillas o adelantar de golpe, como en un juego de mesa. El libro de John Carlin sobre la vida de Nelson Mandela, titulado El factor humano, plantea una visión reticular en torno a una figura y su contexto, y elabora una intriga sobre algo conocido. Intensifica la acción según se acerca hacia un final esperado o utiliza pedazos del pasado para intercalarlos entre medias; la ubica en el centro de testimonios para darle una dimensión más profunda o la compone de argumentos contrapuestos para aclarar la síntesis, pero en ningún momento nos la sirve en bandeja. 
Aunque el libro sea muy cinematográfico, no cede al desenlace endulcorado ni a la alabanza fácil de su protagonista. Se limita a contar como mejor lo sabe hacer: como si de una crónica  se tratara. Por eso es una historia inclasificable, a medio camino del artículo periodístico, la biografía y el comentario deportivo. Rápida, agradable y, con el trasfondo del mundial, muy oportuno.

jueves, 1 de julio de 2010

El tiempo.

En la India conocimos a un gurú de la venta de humo que nos aseguró que los indios creían en el flujo incesante del tiempo y que, por tanto, no llevaban relojes ni tenían horarios fijos. La sorpresa fue ir descubriendo que cada local tenía un reloj de pared cada vez más grande y que si faltaban cinco minutos para el cierre ya no te vendían porque estaban deseando pirárselas a casa a comer curry y beber chai. El Turn on, tune in, drop out jipi sólo estaba al alcance de los que disponían de un buen surtido de alucinógenos. 
Lo mismo pasaba en la selva amazónica: el clamor occidental por enteógenos naturales se convirtió en un sueño falseado cuando comprobamos que los indígenas sólo se purgan a base de coco y bananos. El resto- purificación y vidas paralelas- está reservado para las agencias de viajes de la capital y sus turistas.
Estamos deseando desconectar, sintonizar y dejarnos llevar sólo los que tenemos posibilidad de otras emisoras, así como el oriental desea desconectar comiéndose una hamburguesa de multinacional o el africano tener un móvil, aunque sea sin saldo.
La posibilidad de elegir crea esperanzas de cambio. De un cambio local que raramente puede traspasar las fronteras de los que no conocen esa otra realidad. Para nosotros la experiencia es viajar y conocer a gente en el extranjero. Para ellos es conocerla en su lugar de nacimiento. Quizás ésa sea la única razón para viajar: mezclarse y recibir.
 El último día de nuestro periplo transcontinental pasamos un día taquicárdico a costa de una mujer keniata cuya misión consistía no en enseñarnos su ciudad, sino en que conociéramos a todos y cada uno de sus familiares y amigos. Su mayor placer era compartir una comida con nosotros mientras el padre (borracho) preparaba una barbacoa. Negarse era un deslpante. Y aceptar un abuso. ¿Con qué quedarse?
Al final, después de doce horas, corrimos desquiciados al aeropuerto con la amargura de lo que siempre es, para los africanos, mi hermano y mi padre, un despedida apresurada.

Reconciliación (a medias)

La música te define. Por eso, cuando alguien peca de ecléctico y le atraen distintos estilos solemos sospechar, porque suponemos que juega con demasiadas aristas. Cuando estás en esos momentos en los que no sabes si un grupo te gusta o no, tiras de sus oyentes: recomendaciones, cadenas que lo emiten, conocidos que lo escuchan o artistas que lo secundan. 
A mi me ha pasado con Pereza: jamás me atreví abiertamente a decir que me gustaban las canciones. Quizás porque no tenía demasiado claro si me gustaban como para hacerlas propias o quizás porque las que escuchas tantas veces que no te dan opción a decidir.
Me resultó extraño verles en el escenario junto a Coque Malla o Jaime Urrutia, pero la última ha sido participar en un concierto con Josele Santiago. Sin embargo, no termino de creerme su devoción por el rock. Entre otras cosas, porque no paran de repetirlo, y eso te lleva a sospechar que ni ellos mismos se lo creen del todo. Supongo que porque no se corresponden sus proclamas con su público o con su multidifusión.
En cualquier caso: después de algunos años, me reconcilio (a medias) con estos dos madrileños, aunque sea para disfrutar de sus letras pegadizas y, por qué no, bailables con mucha, mucha, pose.