martes, 13 de octubre de 2009

Fronteras.


En Laos, "sabaidee" significa "hola", "adi'os", "c'omo est'as" y "estoy bien". En encuentros t'acitos, con una sola palabra puedes mantener toda una conversaci'on. Para el resto de ocasiones, no te sirve para nada m'as que atraer la atenci'on y perder tiempo intentando avanzar en el ejercicio de la comunicaci'on.
Despu'es de diez d'ias y con el calendario ajustado por un nuevo vuelo, pensamos en cruzar al siguiente pa'is (Vietnam) por la zona norte de 'este.
Total, que los c'alculos d'actiles encima del mapa no resultaron y lo que parec'ia un recorrido agradable se convirti'o en dieciocho horas metidos en una tartana que cargaba motos, sacos de arena y beb'es al mismo precio que dos extranjeros en busca de salida.
A las nueve de la maNana- nada menos- llegamos a Sam Neua, pueblo fronterizo de militancia percibible (como muestra la foto) y en donde el 'ultimo autob'us del d'ia (ojo, lo he escrito bien: del d'ia) sale a las ocho de la maNana. Total, que nos toc'o hacer el resto de la jornada entre montaNas y calles tranquilas y retrasar una casilla del calendario nuestra llegada.
Lo mejor es que a la maNana siguiente (mejor dicho, a las cinco de la maNana) nos despertamos con el objetivo de pisar Hanoi antes de que se escondiera el sol. Tan firme era nuestra empresa que salimos embalados a la estaci'on equivocada y, entre berridos de desesperaci'on y l'agrimas contenidas, conseguimos que nos adelantara una furgoneta en la parte trasera y despu'es una moto hasta la terminal buena.
All'i todav'ia nos quedaban unos minutos, luego nuestra l'ivido regres'o a sus niveles habituales. Pero el destino se guerdaba un as en la manga y no bast'o con que la furgoneta a la frontera fuera montando a todos y cada uno de los niNos que iban a la escuela o nos robaran en las narices un billete de mil dongs (moneda vietnamita) alegando que con eso s'olo puedes comprarte un t'e, sino que, adem'as, nos tiramos una hora caminando a la vereda de un r'io rodeado de plantaciones de arroz tratando de conseguir alg'un medio de transporte.
Por fin, pas'o el mismo autob'us que nos hab'ia pedido treinta y cinco d'olares y le imploramos que nos subier'a por algo menos de veinte, que era lo que nos sobraba.
Sin embargo, la 'ultima parada no era Hanoi, como hab'ian voceado, sino una ciudad a tres horas. Con nuestra promesa tirada a la basura desde hac'ia dos horas que la noche cubr'ia el cielo ( y ocho horas sobre ruedas) nos plantamos en medio de un autob'us vac'io y respondimos a su imcomprensi'on con la misma moneda: "que nos hab'eis dicho Hamoi, pues nos dej'ais en Hanoi" y esperamos silenciosos y mudos a sus movimientos.
De repente, arrancan el autobu's y nos llevan al arc'en de la autopista m'as ancha de todo el sudesta asi'atico. Se detienen, reclinan el asiento y empiezan a prender una cachimba.
Con la duda no ya de cumplir nuestro cometido sino de seguir con vida o perecer decapitados en un s'otano vietnamita, vimos como se acercaba otro autob'us, lo paraban en medio de la carretera y nos pasaban las mochilas seNalando el nuevo veh'iculo y con la 'ultima consigna de "Hanoi, no money".
Cuatro horas m'as tarde hac'iamos recuento de tamaNa odisea subidos- los dos- con las mochilas en el asiento trasero de una moto en direcci'on a la calle del hostal.
En Tailandia esperamos media noche a que cambiaran un autob'us averiado. Entre Colombia y Venezuela nos desnudaron dos veces y revisaron unas cuantas todos los bolsillos de la mochila: un mundo sin fronteras quiz'as fuera m'as justo, pero mucho m'as aburrido.

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