miércoles, 2 de marzo de 2011

Greyhound español

Me veo: cruzo Central Park, bajo toda la sexta y entro en Penn Station con un viejo petate para cruzar el amplio territorio nacional. Campos de heno, girasoles y The Mamas & the Papas me acompañarán durante horas en las que me creeré el guardián entre el centeno.
Despierto: estoy en Albacete. Área 175. Línea divisoria de la costa y la capital marcada a regla y compás en el centro del mapa. Bolsas del Mercadona llenas de piel de plátano y servilletas intactas.
Gracias al AVE y la eliminación de líneas de velocidad- y precio- medio, la plana de viajeros se ha polarizado como en el País de las Oportunidades. A las 8.30 de un viernes sólo cogen el autobús los currelas, sudamericanos y rumanos que tantean, quizás, la posibilidad de un trabajo temporal. Tatuajes a aguja y fuego y cigarrillos en silencio en un páramo desolador.
El otro día me pareció ver a un extraficante salir de la cárcel de Villena con un saco de tela ennegrecido y un billete de AutoRes: bienvenido al mundo sin barrotes.

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