viernes, 21 de agosto de 2009

Hierve el agua, Oaxaca.



Desde lo alto de unas cascadas de agua petrificada se extiende ante nuestros ojos una cadena de montañas vestidas de verdes oscuros, claros, intensos. Mientras escribo escucho el murmullo del agua que brota del manantial y pasa junto a nuestros pies inalterada, inmutable, siempre hacia abajo hasta conseguir moldear esta gran mole rocosa.Un par de moscas ociosas pasean y se broncean al borde del acantilado. El sol juega al escondite con las nubes. La brisa, mimosa, acaricia nuestra piel y revuelve nuestros cabellos.

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