viernes, 23 de octubre de 2009

El peso de la mochila.


Cuando te lanzas a un viaje m'as o menos largo, donde la ruptura con tus lugares comunes es inevitable, cualquier decisi'on a la hora de cargar la mochila se convierte en una posible losa que dificulte varias jornadas posteriores.
Se aconseja viajar liviano, sin relojes, ni calendarios, ni preocupaciones. No obstante, la realidad es otra y somos incapaces de deshacernos de lo poco que transportamos. Nos apegamos demasiado a lo material. Y lo que hasta ahora no ha supuesto ning'un altercado en tu rutina pasa a ser un proyecto que cumplir.
Ejemplo claro: la pasta de dientes. Algo tan manoseado como un tubo de dentr'ifico supone, para nosotros, una programaci'on de d'ias y ciudades hasta hacernos con una nueva.
Ejemplo no tan claro: los libros. El camino del libro es m'as retorcido de lo que- a simple vista- parece: el paso de uno a otro es- como el concepto de viaje, seg'un Drag'o- la distancia m'as larga entre dos puntos. Esto es: cuando ya tienes tu ruta pensada, lo que iba a ser un trayecto recto y consecutivo se convierte en una sucesi'on de curvas y vericuetos que te van desviando del objetivo inicial.
Total, que tras cuatro meses perfeccionando la t'ecnica del intercambio, hemos aterrizado en Bangkok con nada menos que trece libros. Lo curioso es que cuatro los cargamos desde EspaNa y est'an a'un por leer. Los dem'as: hallazgos en librer'ias de segunda mano o, trampa, hurtos de estanter'ias abndonadas en hostales para guiris con el fin de conseguir un buen trueque.

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