viernes, 23 de octubre de 2009

"ANoranza de alguna parte" por Rafael Chirbes.

"Conoc'i el Mercado Central de Valencia cuando era un niNo, cogido alternativamente de las manos de mi abuela, de mis tias y de mi madre. Por eso su espacio bullicioso guarda todav'ia para m'i el color, los olores y esa intocada alegr'ia y malicia de la infancia.
Para un niNo pueblerino, la opulencia y variedad de productos, la cantidad de puestos que por entonces desbordaban las escaleras del edificio modernista y prolongaban el mercado en el exterior (...) compon'ian una fascinante cueva de Al'i Bab'a, un abigarrado zoco cuya belleza y variedad de ruidos y colores me llenaban de un aturdimiento que no volvi'o a capturarme hasta muchos aNos m'as tarde en mercados remotos (...). Claro que mientras que la excitaci'on que me ha invadido en esos lugares alejados ha sido de cegadora extraNeza, en este Mercado de Valencia me invita a un reconocimiento, a un siempre aplazado reencuentro con las ra'ices.
Le'i la descripci'on que hace Blasco Ib'anez sobre el Mercado Central en "Arroz y Tartana" a finales de la d'ecada de los cincuenta, cuando -siendo todav'ia un niNo- ya no vivi'a en Valencia y s'olo iba a mi tierra espor'adicamente.
Le'i las p'aginas de Blasco en una ciudad castellana, y me trajeron, quiz'a por primera vez en la vida, un sentimiento que luego me ha acompaNado en tantas ocasiones: la aNoranza de alguna parte.
Tambi'en yo me reconoc'ia hijo de aquella torpe abundancia sin alma que el espiritual y 'arido invierno de Castilla, a la sombra cecial de relicarios y sepulcros santos, costaba hasta imaginar."

No veo qu'e podr'ia aNadir.
Tambi'en yo conoc'i el Mercado Central de Valencia de niNa, cogida alternativamente de las manos de mi abuela, de mi tia y de mi madre.
Las expediciones organizadas por mi abuela eran m'as r'apidas y meticulosas. Todo estaba previsto: los puestos, la lista, el dinero, los saludos de siempre a las tenderas de toda la vida. Para m'i era un prodigio observar la habilidad de mi abuela a la hora de colocar las cosas en el carro. Cada verdura, el pescado, las fresas, las papas, las aceitunas,...
Consegu'iamos hacer la compra en tiempo record para volver nuevamente a casa a ver al abuelito que seguramente segu'ia sentado leyendo la prensa en el sal'on, junto a la cocina, esperando a que el reloj dictara las dos menos cuarto: hora de comer.
Con mi madre y mi tia (las veces en que concid'ian) todo era mucho m'as relajado. Ibamos y ven'iamos de un puesto a otro, comparando precios, eligiendo frutas, admir'andonos del tamaNo de las calabazas,...
Poco a poco empec'e a ir sola. Hubo una temporada en que hice la compra todas las semanas (mi madre todav'ia lo recuerda con aNoranza!). Ten'ia mi propio estilo, aunque tengo que decir que es m'as parecido al de mi abuela. Trataba de resolver r'apido para volver a casa. Estaba en COU y ten'ia mucho que estudiar...
Al llegar el aNo pasado a Salamanca y tras vivir los meses m'as duros de invierno de mi vida entre idas a venidas de casa a la facultad, siempre a la sombra de las catedrales, comprend'i, por primera vez que era valenciana y que extraNaba mi tierra. Sus olores, sus colores, su "torpe abundancia".
Ahora que estoy m'as lejos la nostalgia se acent'ua y aunque me atrapa el deseo de seguir conociendo y de seguir posponiendo el regreso siento que anhelo reencontrarme con mis ra'ices y con todo lo que me espera en mi ciudad: la familia, los amigos, los paseos por sus calles, El Rio,...

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