martes, 15 de junio de 2010

Feria del libro (II)

Nos guiamos por impresiones fugaces e imprecisas: el libro que sostiene la chica que se mete en el mismo vagón de metro, el periódico que hojea el señor de la barra, la ropa que viste la persona que nos atiende...
Con los autores u otros personajes más o menos públicos pasa exactamente lo mismo: creamos su vida en nuestra imaginación a través de rasgos novelísticos, nos ponemos en su lugar mediante sus personajes o, en definitiva, los adecuamos a nuestras preferencias y a nuestra personalidad.
La feria del libro te da la oportunidad de esclarecer ciertas dudas. Desde las más primarias, como el aspecto, hasta las más misteriosas. Este fin de semana repetimos itinerario con algo más de interés literario y menos de zoológico humano. Ahí estábamos Paco Marín con sus encargos bajo el brazo, mi padre con una mochila atiborrada de libros traídos a propósito desde los confines mateños y un servidor con la expresa indicación de dedicarme exclusivamente a olisquear.
Olisquear y, por supuesto, prejuzgar: encasillar por un par de segundos al responsable de todas esas palabras que engulles por gula, no por alimentación.
Ejemplos: Javier Reverte me pareció seco y serio; Elvira Lindo demostraba compasión hacia los que firmaba; Andrés Trapiello precía más un profesor de universidad en el pasillo que una estrella mediática; Dragó resultó ser simpático, cordial y hablador y Belén Gopegui se mantiene como una presencia interesante, tímida y a la que sólo le faltaba una infusión para imarginártela en un bar oriental de Malasaña.
Total, que sólo quedan esas vagas impresiones y el ánimo de seguir conociendo, al menos, su ficción.

1 comentario: