jueves, 24 de junio de 2010

Obrigados.

Al día siguiente, Saramago ya no estaba allí.
Todas las lecturas se quedaron huérfanas, inorgánicas, y el pasado se hizo pasado: fotos perdidas e inmóviles.
Fotos en blanco y negro que sólo reflejan paisajes y páginas que guardan recuerdos: el día que llegamos a La Habana, Pinochet acababa de morir y caminábamos confusos entre estatuas del Che y de Allende en la Avenida de los Presidentes. Toda la Avenida 23 se llenaba de gente haciendo cola para las proyecciones del festival de cine y nosotros descubríamos el camino desde Miramar al Vedado. De Buenavista a las librerías de detrás de los Cines Lara, los puestos ambulantes de tabacos y los cafés enfrente del remodelado Cine Infanta. Entonces descubrimos a Saramago: junto a la colección completa de Lenin o Bakunin aparecían ediciones escuetas de su biblioteca: evangelios,  ceguera, lucidez... y los futuros trenes interminables se convirtieron en conjeturas. El idealismo desaforado se acopló a las democracias occidentales mientras se perfilaba, intermitente como la muerte, el punto y final.

1 comentario:

  1. Todos los días entro en el blog para ver si hay algo nuevo, porque siempre es un gozada leerlo.
    Seguid escribiendo.

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