viernes, 10 de septiembre de 2010

La vuelta a la tortilla.

Darle la vuelta a la tortilla es una acción usual y, a su vez, inquietante. No basta que ya hayas dejado que las patatas se doren, los huevos se mezclen en una balsa de lujuria y las cebollas se tuesten por los bordes: en el momento cumbre siempre entran los nervios.
Y es que, a pesar de toda la maquinaria inventada- sartenes de acero inoxidable, aceite ultra virgen o tapas dúctiles de diseño-, como aquellas tortillas recogidas y esponjosas, más altas que anchas, con restos de hollín y posos de una grasa parduzca que cocinaban nuestras abuelas no hay nada.
Los tiempos están cambiando, nos gusta decir. La vida ya no está en otra parte porque no existe tal parte. Conocemos de antemano los lugares que visitamos. Nos quejamos de la velocidad del cambio y nos vanagloriamos de la tecnología. Acusamos el retraso de los demás y corremos para llegar antes.
Pero la vida parece ser bastante más simple. Las calles de la India- como las de Nepal, Uganda y otros tantos países- son un hervidero de existencias en busca de esa mano de nieve que sepa arrancarlas. Necesitadas, como todos, de exigencias y motivaciones.
Pero, también como todos, temen el momento previo a darle la vuelta a la tortilla. Se asustan de los bordes incandescentes, el aceite hirviendo o el plato resbaladizo. Y ese miedo es lo que nos paraliza. A ellos, y a nuestras abuelas.

1 comentario:

  1. ¡ENHORABUENA,CANGREJEROS!
    ¡DADLE VUELTAS A LAS COSAS, QUE ESTAMOS CON VOSOTROS! ¡OS QUEREMOS!

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