viernes, 17 de septiembre de 2010

Piscinas municipales cubiertas. Parte I.

Parece mentira lo gilipollas que son los niños. Y, por encima de ellos, sus padres. Vale que permitas al chaval que se compre el abono de verano y que así te deje tranquilo en la hora de la siesta y se baje con sus amiguitos a pasarse ocho horas en remojo. Vale que alguna mañana lo acompañes porque su pandilla ya está en Benidorm y no hay un Dios en Madrid que quiera salir a la calle. Vale, incluso, que te toque ir con el grupo entero porque las mamás esa tarde tienen compras y no pueden hacerse cargo. Hasta puede valer, con muchas excusas y consentimientos, que lo apuntes a algún cursillo de natación los martes y los jueves y te toque mirar desde las sillas de pvc de la sala de espera cómo patalea un grupo de mocosos con una bandeja azul celeste y carcomida de un lado a otro de la calle. Pero lo que no se perdona, bajo ningún concepto, es que por tu propia iniciativa lleves a tu niño a nadar y te propongas acompañarlo en la fila contigua.
Si lo haces, sabes a lo que te atienes. Si luego te quejas del curro, allá te las apañes. Si pillas baja por estrés, lo menos que pueden hacerte es despedirte por inconsciente.
En una piscina municipal cubierta, lo primero que tienes que aguantar es una cola kilométrica de madres y hasta abuelas cotilleando mientras los renacuajos corren y se pelean en pleno hall del polideportivo. Después, las doce pruebas de Hércules: chanclas, gafas, gorro, toallas, burbuja y demás parafernalia adaptada (adaptada, has leído bien) a la normativa propia de cada recinto. De todas formas, siempre tendrás algo inadecuado (bañador, reloj...) y te tocará escuchar el puto silbato del socorrista desde la silla esa que parece que está arbitrando un partido de tenis.
Después de una sesión tonificante de brazadas, apúrate al vestuario y te encontrarás cambiando de ropa a tu hijo encima de un banco roñoso, sujetándose a tus hombros para no resbalarse y sudando para poder subirle los pantalones.
Qué sacrificado esto de ser padre, y qué invento las piscinas cubiertas. Todo con tal de que nuestros hijos sean felices.

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