miércoles, 12 de enero de 2011

El palestino, de Antonio Salas.

Estudió árabe... Entrenó junto a las FARC... Se hizo íntimo del mayor terrorista del mundo...
Con referencias así y una portada que recuerda a los libros olvidados por mochileros en los hostales juveniles del sudeste asiático no te puedes esperar ni mucho ni poco: sencillamente, no engaña.
Que un libro no engañe es- en cierto modo- una buena señal. Nadie compra en los kioskos un libro de Bucay esperando encontrar una intriga detallada y de género que destripe las sombras del ser humano. Nadie adquiere un ejemplar de novelistas nórdicos esperando fábulas con las que replantearse su vida de estación en estación. Nadie pide un ejemplar de Bukowski esperando devolverlo y nadie porta un membrillo de dos kilos sin intención de tirar la mitad.
Este periodista con seudónimo, antaño relacionado con las truculentas cámaras ocultas de elmundo.tv y especialista en productos televisivos de medianoche, escribe casi setecientas páginas de una investigación que presuntamente le ha llevado seis años.
Esta estructurado de forma cronológica, según el calendario occidental o romano y el musulmán (que, puestos a echarse el pegote, a mí me la pica):empieza de forma atractiva con la preparación, la documentación y los primeros acercamientos a sus lugares de actuación. Más tarde, introduce referencias a obras anteriores y mezcla la investigación con sus avatares cotidianos (que, repito, a mí me la bufa). De repente, cuando ya hemos perdido el hilo de páginas (¿200, 300?) se retuerce en una espiral que transita entre sus idas y venidas, el autobombo continuo y los datos excesivos con adjetivos tendenciosos.
Como formato televisivo resulta curioso, aunque visto uno y leído lo otro, uno se da cuenta de que el sistema de los fundidos no es sólo una técnica audiovisual, sino que también la utiliza de forma literaria: cada capítulo, cada apartado o cada negrita parecen cortados a golpe de mezclador. Exhibe sus lecturas con digresiones que, de nuevo, nos la soplan. Se enreda en una trama internacional pero queda como una investigación desperdigada en pequeñas islas. Imprime una fotos que, salvando las sacadas de grabaciones clandestinas, podrían pertenecer al Facebook de un adolescente.
Al final te quedas con unas cuantas anécdotas, con un poso más o menos duradero (igual de duradero que puede ser el recuerdo del vídeo "Se va, se va por el barranquillo" de Videos de Primera), con pocas sensaciones y, al menos, con una imagen mucho menos partidista que la producción de Antena 3, completamente antichavista y secular.
Me permito una recomendación: conviene alternarlo con otra lectura (revista Hola, diario Marca...) si es tu única opción en el lugar de veraneo.

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