lunes, 4 de abril de 2011

¡Kanouté, Kanouté!

La estampa era apocalíptica, la verdad. El cielo, que lleva acompañándonos limpio y primaveral un par de semanas, estaba oscuro, nublado y triste. Aparte, era domingo: día perfecto para la melancolía. En la sala de máquinas, un grupo de tres personas turnándose en un banco de pesas y yo haciendo bici con un ventanal delante que daba a una piscina de verano cubierta por una lona azul. Silencio, algún que otro genido y, de repente, un grito de guerra que parecía una maldición: ¡Kanouté, Kanouté!
Estertor de mancuernas y abrazo general. ¿Qué será eso? pensé.
Recordé el Evohé de Rayuela. Evohé, Kanouté. Parecía gíglico. Pero no, sólo era un gol del Sevilla, que acababa de ganar al Zaragoza.
Radiografía del fin de semana. Vuelta a casa, sillón y tele encendida.

1 comentario:

  1. ¡CUÁNTO ME GUSTA LO QUE ESCRIBÍS!..
    Teneis que hacerlo más a menudo.

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