miércoles, 11 de abril de 2012

Roanne, otra huida.

Como de viajes se trata, no hay nada mejor que exponer nuestra fatídica ruta a través de la meseta francesa. Para hacerse una idea del espectáculo que ofrece esta región habría que pensar en los campos de Castilla teñidos de verde. Pero antes de llegar a esta contemplación divina tuvimos que pasar por algunos escollos previos:

El miércoles, que me pedí libre, me pasé la mañana buscando, como un caco sin antifaz, equipamiento de cámping para, unas horas más tarde, decidir pasar la noche en Barcelona. Cuando ya tenía todo preparado, Celia llegó con un montón de mapas de Google y con una ruta Michelín que aseguraba que el gasto de nuestra ruta era de 200 euros. Sopesando otras opciones, como coger un autobús o ir a Portugal (idea de Celia), tiramos por lo planeado y enfilamos al norte por la nacional. En Sagunto, con más hambre que un mono pelón y una lluvia que auguraba la tónica de los siguientes días, nos perdimos. Cuatro horitas y llegada a Barcelona, donde nos esperaba un Toni ahogado en libros y periódicos que hizo un hueco en su apretada agenda de lecturas y onanismos para dar una vuelta y ver- los tres- El Apartamento en este sillón:

Al día siguiente, con el parquímetro amenazando, tiramos hacia la frontera. A las cinco horas paramos en un área de servicio y Celia, en lugar de apostar de nuevo por ir a Portugal (¿?), se plantó y dijo: "Nos quedamos aquí. Acampamos y mañana vemos". Le dije que conducía yo y que ya no nos quedaba nada. Hizo cálculos con el pulgar en una guía de Francia y dijo: "Nos quedan seis horas". Nada que ver: fueron tres. Lo malo es que pasamos por cuarenta peajes. Uno solo por cruzar un puente.

Llegamos a Roanne por la noche. Laura, justo, estaba mirando por la ventana. Como los gatos que acumula en su casa a la mañana siguiente:
En la vuelta que dimos al día siguiente yo iba tomando fotos para el artículo. Con la excusa de plasmar los dulces típicos, sacaba a las tenderas de los establecimientos, que parecían escogidas en un cásting:

Como Laura y Celia se dieron cuenta de mi táctica, pasaron al contra ataque, y cada vez que iba a sacar algo se ponían en medio cual piquetes informativos:

Al final, después de dos días que dieron para mucho menos de lo que nos habría gustado, tuvimos que meternos en el Corsa. Celia iba apuntando los gastos de peajes, gasolina y cafés que me iba tomando, y yo contaba las horas para llegar a tiempo a la frontera y pillar el periódico del domingo. No tuve suerte, y Celia se ahorró apuntar los 2,5 euros en la libreta. A cambio, dormimos en un cámping con las cosas que me había mandado recoger durante mi día libre y vimos Montpellier. Antes, nos despedimos de Laura y de su familia con una foto en el salón de casa y la promesa de que llenaríamos el aceite y el depósito de agua al llegar a España. El coche sigue exhausto en el garaje y nosotros contentos por la visita, como se puede comprobar aquí:
Ahora esperamos la visita en Valencia después de la caja de galletas italianas que nos dio la madre de Laura y los abrazos y besos que prodigaba su padre como buen romano.

1 comentario:

  1. Ciao bello!!!
    Quelle surprise de tomber sur ton compte-rendu de voyage !!!
    Avec Erika on a bien ri (au boulot, 1 fois n'est pas coutume), et j'ai envoyé le lien à ma Mamma. Mes parents seront très contents, j'imagine d'ici leurs sourires émus.
    Merci encore à vous 2 d'être venus... c'était super !
    Bisous à Celia et à toi.
    Take care,
    à bientôt,
    Laura

    ResponderEliminar