jueves, 3 de mayo de 2012

Uncle Boonmee recuerda... vs. De Dioses y Hombres

El nombre impronunciable de un tailandés ya te hace sospechar. No sin razón, el único oriental clásico canonizado es un tal Kurosawa o, si nos ponemos quisquillosos y algo sibaritas, aquel Mizoguchi que me hacía preguntarle mi hermano con apuntes en rojo. Ambos bastante adecuados a la prosodia occidental. ultimamente, sin embargo, se nos están subiendo a la chepa sustantivos con muchas vocales y tildes extrañas que resumen una nueva cinematografía imposible de descifrar.
En 2010, Cannes premiaba a la película Uncle Bomme recuerda sus vidas pasadas y se quedaba tan ancho. La poesía visual y el arte simbólico plagaban las plegarias a este producto de altísima calidad.
El otro día la pusimos en casa. Anoche, recurrimos a otra, tambien adorada, llamada De Dioses y hombres.
Las dos provienen de filmografías exóticas. Las dos tienen lenguajes con abecedarios extraños (marroquí y árabe), pero se distinguen en muchas cosas.
En la segunda hay acción. Algo que hace tiempo que los directores han desdeñado. La primera tiene diálogos y silencios. Una prueba empírica de ir pasando las escenas con el mando a distancia te devuelve una estampa preocupante: en cada corte solo se oye el zumbido de mosquitos. Mucho paisaje frondoso, mucho lago en remanso y mucha contemplación de color naranja.

En la primera se habla sobre la soja del arroz y el té sin azúcar. En la segunda se habla de resistencia, culpa y riesgo.
Si grabar o contar una historia o hacer magia o elaborar ficciones es retratar la vida misma, adecuada a cada universo local, la primera cumple sus expectativas. Si es abrir una línea de debate, sensibilizar sobre una situación concreta o explorar nuevos terrenos imaginativos, la opción es la segunda.
No voy a insistir en la discapacidad sensitiva hacia lugares lejanos. Tampoco a apoyar la velocidad de la vida occidental en la que cualquier pausa es sinónimo de aburrimiento.
Lo dejo ahí: dos opciones a gusto de cada uno.

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