España gana los partidos. No termina de ser deslumbrante, pero controla y da lecciones de técnica. Creíamos que el Mundial nos iba a hacer olvidar los problemas cotidianos, que iba a calmar el desasosiego producido por la canícula y, sin embargo, nos topamos cada vez más con nuestros males endémicos: una ciudad como Madrid se paraliza sin metro, a pesar de la red de transporte alternativo que presume tener, y salen a la luz algunos datos jugosos: si más de dos millones de personas se desplazan a su puesto de trabajo en una ciudad de casi seis millones quiere decir que prácticamente la totalidad de la población activa empeña cada jornada tiempo útil en moverse a trabajar. Es decir, que las empresas juegan no ya con las ocho horas legales sino con las dos extras del viaje. Si esto pasara en lugares donde las profesiones pueden disociarse del lugar de residencia es comprensible. Pero, en Madrid, que en cada esquina hay seis bares, ocho oficinas, dos empresas, un organismo estatal y algún que otro supermercado, ¿no se podría valorar a los candidatos por proximidad, ganando- además- la puntualidad en casos como éste?
Yo llevo toda mi vida soportando los retrasos de la RENFE, sometido a sus arbitrarios horarios y extendiendo o reduciendo mis actividades diarias según su caprichoso criterio. Ahora, valoro decidir por mí mismo cuando salgo y cuando regreso. Porque al final, como dice Savater, lo que uno quiere es volver a casa.
Dais en el clavo...Estupendo.
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