martes, 7 de septiembre de 2010

No podría estar más de acuerdo.


Acabo de llegar a Madrid.
En Auto Res, como casi siempre.
No tengo coche. Ni siquiera carnet de conducir.
En la parada, en el Km. 175 (Atalaya) me fumé un pitillo con el conductor. Que cómo iba la huelga. Pues no creo que consigamos nada al final, me dijo, esto no interesa a nadie. A mí sí, le dije, pero es cierto que llevaba razón.

Unos tíos que ganan millones anuncian una huelga y, sin llegar ni siquiera a hacerla, ocupan todas las portadas y la actualidad periodística del verano. Los controladores áreos, esos tipos que se lo llevan crudo, pero, caramba, parece que aún les sabe a poco. En cambio, los trabajadores de Auto Res hacen una huelga real, que ha afectado a miles de pasajeros, y la prensa lo saca en letra pequeña y en los sitios más escondidos. ¿Por qué?
Hay diferencias: entre otras, que los de Auto Res ganan entre 1.200 y 1.500 euros mensuales. ¿A quién le puede interesar esa gente? Otra diferencia: el autobús tiene muchos más pasajeros que el avión, de hecho es el medio de transporte colectivo más usado en España, por encima del avión y el tren. Sí, vale, pero los pasajeros de autocar no somos más que gentecilla, nunca perdemos importantes conexiones para enlazar con un vuelo a París ni tenemos que estar inexcusablemente en Barcelona a las 16:33 para una reunión del Consejo de Administración. ¿A quién le importa si nos quedamos sin ir al pueblo? Ya nos apañaremos, por supuesto. Gentecilla conducida por pilotos que son igual de gentecilla, no como las huelgas de controladores, que son gente de importancia conducidos por tipos no menos sólidos, todos de otra calidad.
Después de machacar todo el verano con la huelga (anunciada, pero no efectiva) de los controladores y tratar la huelga de verdad de Auto Res como una noticia sin importancia, El País se limitaba el otro día, como Guillermo Brown, a constatar un hecho:

Lo que los sindicatos no esperaban es que la huelga que acordaron pasara casi desapercibida en los medios de comunicación. Que apenas hubiera titulares, ni espacio en los informativos de radio y televisión.

¿Y de quién depende, don periodista marmolillo? Les habrá sorprendido a los sindicatos, pero no a tu redactor jefe, ¿verdad? ¿O no son ellos quienes han decidido dar la mínima visibilidad a la huelga de autobuses y la máxima a la amenaza de huelga de los controladores? ¿Quién decide qué es noticia y qué no? ¿Quién considera que los empleados de Auto Res y sus pasajeros son carne de cañón y que, en cambio, los controladores aéreos y los pasajeros voladores merecen toda nuestra tención? ¡Pues vosotros, almas de cántaro!
La prensa manipula nuestra percepción de la realidad. Ya, ya,: ¡pues vaya novedad!
Pregúntale a Pascual Serrano o lee su libro.

En las huelgas, lo que suelen hacer es hincapié en las consecuencias pavorosas de la huelga: viajeros durmiendo en el suelo, la niña que no puede ir a la operación a corazón abierto de su padre, el caos, la algarada callejera, las turbas de violentos sindicalistas, las víctimas inocentes de la furia proletaria, etc., pero se callan casi siempre cuáles son las causas de la huelga, sobre todo si la huelga tiene causas legítimas (no parece ser el caso de la de los controladores, quizá por eso sí las cuentan).

A mí me ha pasado miles de veces que, tras tener que enterarme de cuánta gente no ha podido coger el metro, la terrible catástrofe que ha sido, los miles de millones que se han perdido, la maldad de los piquetes, la insolencia de los cabecillas, lo que es en sí la plebe soliviantada, etc., al final no he podido enterarme de por qué están en huelga.
Ni idea. Que me aspen si lo sé. Eso no es importante, ¿verdad, amigo periodista?
No sea que el lector diga: anda, pues resulta que tienen toda la razón del mundo.

Ahora han ido un paso más lejos: hay huelgas de primera y huelgas de segunda, pero no depende del número de viajeros ni nada de eso, sino al parecer de la calidad de la ropa de entretiempo que utiliza el portavoz de los huelguistas y de la falta de entidad de los afectados, gentecilla como yo.
¿Por qué está en huelga Auto Res? Bueno, para hacer corta la historia, porque la empresa la compró en 2006 un fondo de capital riesgo británico… con eso está dicho todo. Estos filántropos han decidido de inmediato que lo importante es el beneficio empresarial, a costa (no podía ser de otro modo) de los derechos consolidados de los trabajadores.

Como me comentaba el conductor de mi coche, gracias al cómplice desinterés de la prensa y los medios informativos, los trabajadores sospechan que no tienen mucho que hacer. Ojalá pudiera decirle a ese conductor que no estoy de acuerdo, pero lo cierto es que lo veo con parecido pesismismo.
Ni la huelga ha existido (según la prensa) ni ha afectado a nadie (a nadie que tenga importancia) ni los trabajadores ni los pasajeros de autobús existimos.
Recuerda: el autobús es el medio de transporte colectivo más usado en España.
Recuerda: “Más de la mitad de todos los desplazamientos que se realizan en España en transporte colectivo se hacen en autobús” (El País).
Recuerda:
“Una cosa que se olvida es que más de una cuarta parte de los hogares españoles no tienen coche”, dice Ana Ramos, experta en transporte de la consultora Afi, especializada en Administraciones Públicas. El porcentaje aumenta por encima del 30% en provincias como Zamora, Ávila, Cuenca, Orense, Asturias, Salamanca o Soria. Territorios con poca población, dispersa y envejecida. Bolsas de pobreza en la España próspera y derrochadora que dependen del autobús. Como dependen los habitantes del País Vasco, un territorio donde se hacen en autobús el 70% de los desplazamientos en transporte colectivo. (El País)

La huelga de autobuses ha existido, pero en el país real, no en el país que interesa a los periódicos. Sólo ha habido huelga en ese país donde la gente gana poco dinero y no tiene entre sus preocupaciones primordiales la decoración de interiores, cómo seleccionar el bolso más adecuado o la averiguación de si la fruta ha sido cultivada sin productos químicos.

Mientras tanto, Renfe sigue intentando destrozar la red ferroviaria en beneficio del grandilocuente AVE.
Sólo el AVE (con tan pocas líneas y menos paradas) tiene más presupuesto que todo el resto de la red. No hacen más que cerrar líneas y reducir frecuencias.
Formidable esa apuesta por el AVE que, en el fondo, no consiste más que en elegir el tipo de pasajero que queremos: aquí no viaja gentecilla. Esos, que se vayan al autobús. Aquí no queremos a la España real, sino a esa que sale a todo color en los suplementos dominicales, tipos solidarios, creativos, capaces de expresar su individualidad a través del calzado que compran o la música que oyen, tolerantes, comprometidos con el planeta, tipos que reclaman carril-bici y orgamos simultáneos, la misma gente a la que van dirigidos los anuncios de teléfonos móviles o compresas con alas.
Puede que el AVE acerque Madrid a Barcelona, sí, pero a todos los pueblos y ciudades entre medias los manda de una patada a la estratosfera.
Qué vida.

RAFAEL REIG
"Huelga de mala calidad"

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