miércoles, 6 de octubre de 2010

Lecturas metidos en otoño.

No es fácil ponerse en un terreno neutral y observarse como un ser en tercera persona. Por mucho que un escritor logre dotar de voz omnisciente a su narrador y penetrar en la mente de cada uno de sus personajes, hacerlo en la vida real es un ejercicio meditativo que siempre va teñido por nuestros caprichosos anteojos.
Giralt Torrente, en Tiempo de vida, elabora un testimonio sincero, emotivo sin ser rosa y todo lo objetivo que puede ser el lenguaje impersonal escrito desde la propia persona. Emociona, pero no empalaga. En ningún momento hace reir, pero tampoco sentir compasión o misericordia. Habla con sinceridad. En algunos casos desde el arrepentimiento y en otros desde el dolor del desengaño. Es una buena crónica de una relación tan complicada como la paterno-filial.
Un libro que si está incluido en la sección de narrativa no es más que por el progreso cronológico del ensayo, no porque posea ningún tizne de novela.
Por otro lado, el curioso De qué hablo cuando hablo de correr, de Murakami, es un pequeño anecdotario de sus experiencias como corredor y las relaciones con el ejercicio de la escritura. De lectura fácil y rápida, aparte de alguna digresión filosófica sobre ambas actividades es alentadora para salir a la calle y galopar.

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