
Giralt Torrente, en Tiempo de vida, elabora un testimonio sincero, emotivo sin ser rosa y todo lo objetivo que puede ser el lenguaje impersonal escrito desde la propia persona. Emociona, pero no empalaga. En ningún momento hace reir, pero tampoco sentir compasión o misericordia. Habla con sinceridad. En algunos casos desde el arrepentimiento y en otros desde el dolor del desengaño. Es una buena crónica de una relación tan complicada como la paterno-filial.
Un libro que si está incluido en la sección de narrativa no es más que por el progreso cronológico del ensayo, no porque posea ningún tizne de novela.
Por otro lado, el curioso De qué hablo cuando hablo de correr, de Murakami, es un pequeño anecdotario de sus experiencias como corredor y las relaciones con el ejercicio de la escritura. De lectura fácil y rápida, aparte de alguna digresión filosófica sobre ambas actividades es alentadora para salir a la calle y galopar.
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