viernes, 28 de enero de 2011

Fnideq, existe.

Ceuta tiene un aire común a todas las ciudades que nacen a orillas del mar: paseo marítimo, barandillas y playas impolutas, con la peculiaridad de estar rebosante de gente que sólo te habla de los vecinos marroquíes para recordarte que no son de fiar. Estoy casi segura de que cualquiera al que le preguntes te dirá que no se ha adentrado demasiado en ese país y te pedirá cautela. Exigiendo desconfianza hacia estos hermanos de ojos negros que te dan las gracias con un escueto "SUCRAM".
Marruecos no parece África o, al menos, no el África del Kilimanjaro y del Serengeti. No es al África de los gorilas, el matoke y los bodaboda.
Paseando por las calles de Fnideq, a escasos cinco kilómetros de la frontera española, te das cuenta del daño que hace la ignorancia...
A las siete de la tarde ya era noche cerrada  y decidimos tomarnos un té (con hierbabuena y mucho azúcar). El bar estaba repleto de hombres viendo el fútbol y era la única mujer, sin embargo, nadie parecía darle importancia. Mientras leíamos se nos acercó un chico joven a pedir dinero. Le dijimos que no. En otras mesas cercanas sus compatriotas le dieron algunas monedas... Como siempre los que menos tienen son los que más lecciones nos tienen que dar.

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