Hay libros de los que sales descolocado. Lo lees con ganas de acabarlo y lo acabas con ganas de volverlo a empezar. Libros laberinto, libros espiral.
Es el caso: Un momento de descanso, de Antonio Orejudo, podría ser una de las mejores obras de la narrativa conrtemporánea si no fuera porque parece tratar un tema menor o porque el canon exige cronologías, continuidad y uniformidad de voz. Qué cuenta, qué oculta, qué pretende el narrador.
Aquí no busques nada de eso: sólo un trampolín donde el gozo es más consciente al final que en el trayecto, porque en éste apenas te enteras.
Lo leo con envidia y con ganas de darle un martillazo en la cabeza, como dice Rafael Reig, porque la envidia es la única forma de admiración para tipos rastreros como yo.
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