
Por encima de eso, la peli habla de la culpa y, sobre todo, de la locura. Puede gustarte o considerarse una estupidez suprema. La verdad. Yo defiendo las dos posturas pero, por lo menos, alabo que una hora y media sea una hora y media y no cinco, como algunos rollos con vocación artística.
Carancho, sin embargo, me ha defraudado. Pablo Trapero, hasta ahora, había conseguido con Leonera y Mundo Grúa acercarse a lo social sin maniqueismos baratos y siendo fiel a mostrar la naturaleza humana sin melodramas. En esta, sin embargo, con un siempre solvente Ricardo Darín y una Martina Durán poco creible, crea una intriga poco intrigante y plana, en la que entres y sales con la misma fibra.
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